Blog

A fines de febrero, poco antes de la llegada de la pandemia, me quedé sin trabajo. Por motivos que aún desconozco. Después de casi cuatro años de tener puesta una camiseta, un día no me dejaron entrar a mi puesto de trabajo. Dos semanas más tardes, desmontaron el área con mis pertenencias perdidas en algún lugar. 

Recuerdo que la primera semana lloré desconsoladamente todos los días. Me había quedado sin ingresos y tenía un alquiler que sostener y una vida que vivir. Tenía atragantada en la garganta una caja repleta de palabras para decirle al dueño del circo, pero claramente nunca dio la cara, así que con el tiempo decidí deshacerme de esa caja que no hacía más que ocupar un lugar desagradable en mi cabeza. 

En medio de mi búsqueda laboral, el Coronavirus se lleva todo por delante. En “épocas de pandemia”, los empleadores bajan sus persianas y el mundo parecía detenerse hasta un nuevo aviso. 

Después de unos meses tuve que dejar mi departamento y volver a vivir a la casa de mi familia. Llegué cansada, enojada y desesperanzada. Por mi cabeza solo rondaba una pregunta; ¿Y ahora qué hago?. 

Cuando miré a mi alrededor me encontré con muchas personas en la misma situación, o en peores desgraciadamente. Me incliné por la opción de agradecer por tener un lugar donde vivir mientras el mundo aparenta inmóvil. Los trabajos audiovisuales serán de los últimos en aparecer. 

https://pbproductoraaudiovisual.com